COSMOGRAFÍA
Sabemos por intuición astrológica que el universo contiene un lenguaje abierto, un aleph de verbos sin vocablo. Su silencio es el soplo vital de los cuerpos celestes; hierático, inmóvil frente a la puerta de Jano se expresa a través de los astros sorteando el azar del caos eterno. Su vocación más elemental es callar, guardar con celo el secreto sobre los indicios de la vida y de la muerte.
El Universo es un testigo solitario, omnisciente, en su memoria se conglutinan los días y los principios rectores de la existencia. Es la hoja en blanco, o quizá escrita y enmendada por un imaginante ausente.
Claroscuro, fluorescente, eslabón incomprendido por sus interlocutores de carne y hueso, el Universo aparece, cada día, cada noche, en cada espiral que se ciñe sobre el destino humano, vaticinando la última voluntad de los dioses.